El fósforo (P) es un macromineral con una plétora de importantes funciones biológicas. Además de ser esencial para la estabilidad estructural de los huesos y dientes, las membranas celulares (fosfolípidos) y las moléculas de ácido nucleico, el fósforo desempeña un papel importante en la actividad metabólica, como el metabolismo de los carbohidratos y la energía, que inherentemente depende de la capacidad para fosforilar metabolitos intermedios y para almacenar la energía liberada durante la oxidación en enlaces fosfato de alta energía, como el ATP o la fosfocreatina. El fósforo es un componente integral del 2,3-difosfoglicerato, un compuesto que regula la liberación de oxígeno de la hemoglobina y, por lo tanto, es fundamental para el suministro de oxígeno a los tejidos. El fósforo inorgánico (fosfato, PO4 o Pi) también es un amortiguador importante en la orina en las especies monogástricas y en el líquido ruminal en los rumiantes.
En el organismo, el fósforo está presente como un fosfato inorgánico estable (Pi), un éster de fosfato orgánico o un fosfolípido. La mayor fracción del fósforo corporal (~85 % del fósforo corporal total) se incorpora al hueso en forma de fosfato inorgánico insoluble (dihidroxiapatita). El resto se localiza principalmente en el espacio intracelular (EIC, ~14 %), mientras que <1 % del fósforo corporal total se encuentra en el espacio extracelular (EEC), que incluye suero sanguíneo o plasma. En el EEC, el fósforo está presente como Pi, formando la fracción metabólicamente relevante, o como fosfolípidos. La fracción extracelular de Pi está en gran parte (~85 %) ionizada (H2PO4– o HPO42–), mientras que ~10 % se une a proteínas y el 5 % forma complejos con otros minerales como el calcio o el magnesio.
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